Judíos y gitanos han sido víctimas tradicionales en Europa. Las razones del asunto son múltiples, como comentamos en clase. Estos textos inciden sobre algunas de ellas y bien merecen una reflexión.
Ambos conocemos a cantidad de ejemplares típicos de judíos occidentales; de todos ellos yo soy, que yo sepa, el más típico; es decir, exagerando, que no tengo un segundo de paz, que nada se me da, que tengo que comprarlo todo, no sólo el presente y el futuro, también el pasado, esta cosa que se recibe gratuitamente en reparto. Yo también debo comprar eso, quizá sea la tarea más dura. Si la Tierra gira a la derecha -no sé si es así-, yo debo girar a la izquierda para atrapar mi pasado..
Todo ocurre más o menos para mí como para alguien que, cada vez que sale, no sólo debe lavarse, peinarse, etc. --cosa ya de por sí bastante fatigosa-- sino que también, careciendo de todo en cada ocasión, debe coserse el traje, fabricarse unos zapatos, confeccionarse un sobrero, etc. Naturalmente no todo le saldría bien, las cosas se limitarían a aguantar una o dos calles... Finalmente, en la calle del Hierro, tropezaría con una multitud entregada a la caza de judíos. F. Kafka, Carta a Milena
BOHEMIOS, s. m. pl. (Hist. mod.) es el nombre que se da a los vagabundos que se dedican profesionalmente a decir la buenaventura y leer las palmas de las manos. Tienen talento para el cante, la danza y el robo. Pasquier ha remontado sus orígenes hasta 1427. Habla de doce penitentes, que se convirtieron a la fe cristiana en el bajo Egipto, y que, expulsados de allí por los sarracenos, viajaron a Roma y se confesaron al Papa, quien les impuso como penitencia errar por el mundo durante siete años, sin dormir dos días en la misma cama. Entre ellos había un conde, un duque y diez caballeros, a los que acompañaron ciento veinte personas. Llegados a París, se alojaron en la Chapelle, adonde fue a verlos mucha gente. Lucían ajorcas de plata en las orejas y tenían los cabellos negros y rizados. Sus mujeres eran feas, ladronas y adivinaban el porvernir. El obispo de París ordenó que se evitara su trato y se excomulgara a quienes acudieran a consultarlos. Desde aquella época, el reino está infestado de vagabundos de la misma calaña.
Encyclopédie (1751)