domingo, 12 de febrero de 2012

Las emociones de un robot


En un escaparate de Tokyo este maniquí androide "trata" de atraer a los clientes del día de San Valentín. Se supone que puede reaccionar ante las emociones del público, y también expresar emociones. El tema de las relaciones emocionales con robots o muñecos ("enamorarse de una muñeca"), es quizá tan antiguo como el propio deseo sexual. La mitología clásica nos cuenta el drama del rey Pigmalión, quien se enomoró de la estatua que había creado. Más modernamente, y sustituyendo amor por sexo, el cineasta español Luis García Berlanga estrenó en 1973 su polémica e interesante película "Tamaño natural". Y mucho más recientemente, el norteamericano Craig Gillespie, ha filmado una versión romántica (digamos) del asunto en su "Lars y una chica de verdad". Pero dejemos aparte el tema del deseo sexual relacionado con cosas (el fetichismo), y tratemos un momento de reflexionar sobre el lenguaje que usan las emociones: ¿puede un robot como el de la foto "expresar" emociones si realmente, dado que es una máquina, no puede sentirlas?