lunes, 15 de diciembre de 2008

SMORGASBORD


Supongamos que existiera una máquina de experiencias que pudiera proporcionarte cualquier experiencia que desearas. Superfantásticos neurofisiólgos podrían mediante ella estimular tu cerebro de modo que pensaras y sintieras que estabas escribiendo una gran novela, haciendo amigos o leyendo un interesante libro. Todo el tiempo estarías en realidad flotando en un tanque, con electrodos conectados a tu cerebro. ¿Querrías conectarte a esta máquina de por vida, pre-programando tus experiencias vitales? Si te preocupa perderte experiencias deseables, podemos suponer que las empresas proveedoras de este servicio podrían haber investigado en las vidas de muchas personas, de modo que pudieras escoger de entre una inmensa biblioteca o smorgasbord de tales experiencias, seleccionando tus experiencias vitales para, digamos, los próximos dos años. Una vez que los dos años hubieran pasado, tendrías diez minutos o diez horas fuera del tanque para seleccionar las experiencias de tus próximos dos años. Por supuesto, una vez en el tanque no sabrías que estabas allí, pensarías que todo estaría ocurriendo de verdad, realmente…. ¿Te conectarías a esta máquina? Al fin y al cabo, ¿qué más podría importarnos aparte de cómo vivimos nuestras vidas desde dentro? R. Nozick, Utopia, State and Utopia (1974).

10 comentarios:

Anónimo dijo...

En clase comentamos un poco de pasada la relación del mito de la caverna de Platón con la película de Matrix. Ahora que vienen las vacaciones, es buena ocasión para disfrutar de Matrix, si aún hay quien no la haya visto.

La idea de Robert Nozick, me ha recordado al mundo ideal de Matrix, que no deja de ser un poco el que a veces cada uno nosotros nos construimos de forma casi inconsciente para evadirnos de realidades a las que no sabemos dar respuesta o realidades que no nos gustan y de las que no sabemos salir. Somos nuestra propia máquina. (Construyéndonos a medida nuestra propia burbuja).

¿De qué llenamos la burbuja? ¿Qué llena mi vida?
Salirse de la burbuja es encontrarse con la cruda realidad a la que no todo el mundo sabe enfrentarse. Siendo sus costes la soledad o la incomprensión. El tanque de Nozick es la eterna búsqueda de la felicidad del hombre (Platón y Aristóteles)

Me vienen a la cabeza compañeros y amigos, que se apasionan por los más diversos temas, (deporte, motociclismo, gastronomía, viajes, diversiones de todo tipo … imbuyendo sus vidas y tiempos de ocio en “pasiones” que consumen de forma compulsiva y fallan (quizás, a mi modo de entender) en lo más elemental de sus relaciones de pareja y como consecuencia en la educación de sus hijos. (Bueno, esto daría para más…)


He visto estos videos y me parecen muy acordes con el tema propuesto. Especialmente el primero


http://www.youtube.com/watch?v=8s_H55kOb8I&NR=1

http://es.youtube.com/watch?v=KSf6iMyD8K8.


Para poder verlos, a veces se copian bien las direcciones, pero otras hay copiar y pegar la dirección en Word, uniendo las partes en las que queda dividida y de nuevo copiar y pegar en la barra de direcciones del Explorer o directamente en Google.

¡Felices vacaciones a todas/os.!

Anónimo dijo...

Silvia

En cierta medida, la máquina para programar experiencias no es una invención que nosotros podamos escoger, sino que más bien es el reflejo de aquello en lo que, si no todos, al menos una gran parte, nos hemos convertido. A día de hoy sé que mañana me despertaré en la misma cama de siempre, que tendré que ponerme hacer los trabajos de la universidad si realmente quiero aprobar, que dentro de unos pocos días celebraré la nochebuena con mi familia, que en estos días hay que comprar regalos para poder abrirlos el próximo día de Reyes... No hay nada nuevo. De antemano sé que el primer día del año que viene estaré comiendo en casa de mi abuela, como todos los años, que el día cinco de enero iré con mis primas a ver la cabalgata y que el día siete volveré a clase, porque así está acordado en el calendario universitario. ¿Qué experiencias nuevas se abren ante mí si realmente está todo programado?

Además cuando los esquemas premeditados que tenemos ante nosotros se rompen, nos ponemos nerviosos, incluso no sabemos cómo actuar. Prueba de ello, son las enfermedades, que nos impiden realizar nuestro día a día, los accidentes, o los simples imprevistos. Y lo más curioso es que nos gusta la vida así, sin sobresaltos, sabiendo que mañana me levantaré y todo seguirá siendo igual, en la realidad que nosotros mismos vamos creando. Ahora bien, lo que deberíamos preguntarnos, ¿qué hay detrás de todo lo que apunto en la agenda, qué ocurriría si realmente decidiera hacer lo que quiero y no lo que me impongo? ¿con qué me encontraría? Disfrutaría de unos momentos de libertad, y sin embargo, al poco tiempo, volvería a mi mundo programado, el que conozco y el que considero verdadero.

Opino igual que Antonio, día a día recreamos el mito de la caverna. Preferimos quedarnos dentro, autoengañándonos y considerando que las sombras son la verdadera realidad...

¡¡¡Feliz Navidad!!

Anónimo dijo...

El mayor problema que yo le veo a la máquina de experiencias de Nozick es esos diez minutos o diez horas en los que tienes que salir fuera del tanque para programar las experiencias que tendrás durante los dos años siguientes.
Diez minutos y aún más, diez horas, que creo que te devuelven a la vida real y en los que te daría tiempo a plantearte si vale la pena volver al tanque, de qué ha servido y qué "realidad" es la que merece la pena.
A mi modo de ver el tanque de Nozick me recuerda al mundo de la droga como evasión de una vida que no es satisfactoria. La gente que bebe para olvidar o para desinhibirse y ser más sociable, los que toman cocaína para ser "cool" o que permanentemente tienen que drogarse para poder escribir, componer o aceptarse a sí mismos y que los acepten los demás.
Estoy de acuerdo con mis compañeros en que en el fondo vivimos en una burbuja que construimos a base de rutinas y creada a base de buenas y malas experiencias, pero es inevitable que sea así, al fin y al cabo no podemos relacionarnos con toda la gente que vive en la Tierra ni podremos nunca ver todas las películas de cine, sin embargo esto es lo que hace que nuestra vida cobre sentido, que en el círuculo de nuestra vida nos sintamos reconocidos por los demás sin la necesidad de acudir a máquinas de experiencias ficticias y que a la vez nos mueva un deseo de vivir nuevas experiencias.

Cristina.

Anónimo dijo...

Respondiendo a la pregunta del texto, sería muy triste que pudieramos inventarnos toda nuestra vida, en la que todas las experiencias fueran imaginarias y autoelegidas. En este sentido, sería elevar a la máxima exponencia la vida más o menos programada que llevamos todos (de la que habla Silvia, idea que en gran medida comparto), ya que nos permitiría incluso crearnos los sobresalos de ésta.

Estoy deauerdo con Cristina en que sería equiparable a una droga, en cuanto que sirve para evadirse de una realidad que no nos gusta y que además nos incapacitaría como seres útiles para la sociedad.

Olga

Rafael Cejudo Córdoba dijo...

Estoy de acuerdo con vosotros, y Nozick también. Pero quiero llamaros la atención sobre el problema que aparece al final de la cita: la respuesta a la siguiente pregunta ¿necesariamente es 'nada'? Y la pregunta está, como digo, al final: "Al fin y al cabo, ¿qué más podría importarnos aparte de cómo vivimos nuestras vidas desde dentro?

Anónimo dijo...

¿Dónde está esa máquina, Rafael? ¿Dónde? Porque yo me pensaría muy mucho meterme. O no, no lo sé.

¿Pero acaso hay algo más programado que la vida?

Me di una vuelta por aquí para recordar el foro, y veo que se siguen hablando cosas muy interesantes.

Un saludo.

Rafael Cejudo Córdoba dijo...

Me alegro de que sigas entrando. La máquina es, por ahora, ciencia ficción. Aunque, puesto que es muy breve, no sé si lo entiendo bien, me ha parecido muy inteligente tu observación de que "nada hay más programado que la vida". Y nada más leerlo recordé este comentario que G. Santayana hace en su autobiografía, a propósito de la educación que Bertrand Russell daba a sus hijos, dejándoles que hicieran lo que les gustara hasta que encontraran lo desagradable y aprenderían sólo lo que les apeteciera aprender. Santayana comenta que tras el divorcio de Russell y su esposa Nora esta "escuela" suya "se fundió y se perdió en ese universal experimento en educación que siempre ha estado haciendo la naturaleza basándose precisamente en los sencillos y crueles principios de Bertie (Bertrand Russell) y Dora". ("Santayana, 'Personas y lugares', Trotta, p. 516). Y es, como tú dices, al final hacemos y elegimos lo que nuestra naturaleza quiera que hagamos y elijamos.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola de nuevo. Muy interesante tu comentario, Rafael. Pero quizás yo no me refería tanto a la naturaleza, sino a que la vida está programada culturalmente, socialmente. Quizás todo está (aunque no en apariencia)programado al milímetro. Quízás programado no es la palabara (programado niega la libertad, en la que yo creo). Pero si no es programado, es algo muy parecido. Son unos caminos muy bien marcados.

Personalmente, la frase "por naturaleza" me da un miedo considerable.

Un saludo.

José Primo Fi dijo...

Cuatro años después de esta entrada y viendo los escasos comentarios que tiene consigo en relación con otras, tengo la necesidad imperante de hablar.

En primer lugar, me ha venido a la mente aquellas máquinas de sueño que aparecían en la película de Inception. Cincuenta jubilados evadiéndose en sus recuerdos de forma completamente incomunicada. También me recuerda aquellos fumaderos de opio en los que se refugiaba Noodles en Once Upon a Time in America; aunque ahí, parece que había algo más de contacto humano. Lo que quiero reflejar es que esto es, como dice Rafael, ciencia ficción. Y no, por ahora, sino por siempre. Es insostenible para un Estado, para un pueblo, para una familia, para un individuo, el que todos sus miembros estén conectados a una máquina alimentándose con suero y soñando experiencias. Ya se vio con Calderón en el XVII que ya teníamos bastante con el sueño presente, como para ahora querer evadirnos de esa forma. Quizá un grupo reducido de individuos conectado a esa máquina sea viable, sostenible y hasta conveniente para ciertos sectores. Hace treinta años no eran pocos los enganchados a la heroína..., y me arriesgaría a decir que incluso convenía que existieran.

El caso, pues, es que estos temas no saldrán nunca de la fantasía colectiva y las discusiones filosóficas. Ahora bien, enfoquémolos desde otra perspectiva (y aquí viene la gracia). Centrémonos en la individualidad que proporcionaría este tipo de aparatos. Centrémonos en la individualidad, únicamente. ¿Por qué? Porque es ahí adonde nos dirigimos inexorablemente. Leí una vez por ahí que el objetivo de un sistema educativo convencional es la máxima competición posible del alumno en relación a sus iguales y la máxima obediencia con respecto a su superior. Ese, si os dais cuenta, va a ser el futuro más seguro para, si no todos nosotros, seguro que para generaciones posteriores (a no ser que tengamos suerte y lo que hablan sobre diciembre de 2012 sea verdad).
El futuro es un proceso de individualización y alienación del individuo con atención personalizada por parte del Estado; igual que una enorme clase. Y creedme cuando digo que no será nada fácil para Papá-Estado controlarnos cuando no solo tienen nuestros nombres y etiquetas registrados en los números de los móviles, sino que, además, gracias a internet, todos tenemos un otro numerito asociado a nuestra persona. ¿Y quién no tiene un móvil con internet? Daos un paseo por la calle, veréis masas y masas de jóvenes (y no tan jóvenes) tecleando de forma solitaria y preocupante en sus pequeñas pantallitas táctiles, en el autobús, en la parada, en un bar, con un amigo al lado... ¡Donde sea! Me pongo catastrófico y aseguro que Internet será ese arma de control poblacional.

Esto me recuerda al maravilloso cine de los setenta. Aparte del blaxplotaiton, los italoamericanos y el patrio landismo, había entonces un cine de ciencia ficción francamente superior. Recordad, por ejemplo, y para empezar, a THX 1138. La dirigió un tal George Lucas, ¿os suena? Una sociedad reprimida, aislada y empastillada, que funciona únicamente para el trabajo. Evasión en una gran pantalla en casa, relaciones personales controladas y una relación de autoconfesión con el estado a través de la figura de un consolador Jesucristo de juguete. ¿A qué os suena lo del control sobre la sexualidad? ¿Habéis oído hablar de John Holdren? Un rápido vistazo en Google os desvelará que escribió un libro (¡qué casualidad!, en los años setenta) titulado Ecoscience, en el que apostaba por un exhaustivo control de natalidad y ciertas técnicas realmente eugenésicas. (En plan raza aria, ya sabéis). Lo gracioso es que ese egregio científico, ahora está dirigiendo un area de ciencia y tecnología en la Casa Blanca a las órdenes de un demócrata y prometedor presidente negro. Es genial, ¿eh?

José Primo Fi dijo...

(Parte 2 del comentario anterior)

Pero no termina ahí nuestro repaso a la ciencia-ficción. ¿Qué sucedía en Logan's Run? ¿Hay algo más platónico que eso? Yo, ciertamente, cuando vi Matrix (que ya estaba curtidito en películas de este tipo), me pareció bastante aburrida. Idos a los inicios, siempre, no os quedéis con los derivados. Ahora, olvidaos del apuesto James Bond y echad un vistazo a Sean Connery en Zardoz (con mi queridísima Charlotte Rampling). Veréis que ahí además, y con más fuerza, se esconde el secreto de los libros como el único despertar del conocimiento y, por tanto, del hombre, para conseguir la libertad y seguir prolongando la especie de forma absurda «ad infinitum» (Ya que la población a la que viajaba Connery era una selecta mancomunidad de individuos inmortales e intelectualmente avanzados —y limitados en los aspectos en los que sí tendrían que estar avanzados—)
Tened en cuenta, pues, cómo de conscientes eran de la idea de individualización que terminará dominándonos, aún sin saber entonces lo que era Internet y cómo el progreso nos aislaría cada vez más. ¡Esto eran los años 70! Y me dejo fuera a The Fifth Element (1997), 12 Monkeys (1995) y a los clásicos que todos conocemos, los fahrenheits, los grandes hermanos y las odiseas intergalácticas. (Y esto es solo cine; lo más rápido. Dedicad algo de tiempo a las novelitas a este respecto, las famosas y las no tanto, y veréis).

Quiero concluir diciendo que la respuesta está ahí. Es inviable una máquina que recree experiencias, como en aquel capítulo de American Dad en el que los miembros de la familia se metían en un tubo con un repugnante líquido verde y pasaban unas vacaciones de ensueño en familia. ¡Eso es imposible!, al menos ahora. Pero el principio de individualización es más que posible. ¡Es actual! Y la competición y la obediencia para una próspera mejora social será posible. Me arriesgo a decir que será ineludible. ¿Recordáis aquella encantadora película de animación: Wall-e? ¿Qué mejor metáfora y sátira que la de los obesos en la nave espacial para hacer referencia a un futuro cada vez más próximo? ¡Resulta que Wall-e, un robot recoge-basura, tiene más corazón de lo que unos bultos con ojos y refrescos, aislados en sí mismos, jamás tendrán! (Y no quiero ponerme a hablar de Blade Runner porque no terminaríamos). La vida es un absurdo, todo lo que hagamos no tiene sentido —y con esto me refiero a los comentarios que aducen a las obligaciones del día a día—. No importa lo que hagamos o lo que no; no hay ni bien ni mal; pero en el momento en que nuestra vida obedezca absolutamente a un plan social superior y nuestra vida, nuestra intimidad, sea solamente un aspecto relegado a ese momento en el cual no estamos prestando un servicio a la comunidad, nuestra vida tendrá menos sentido vivirla y no será solo un absurdo sino que, además, será una pérdida de tiempo. Camus decía que era un absurdo, aunque no decía que no mereciera la pena vivir en ese absurdo. Me gustaría ver a Camus dándose un paseo por el bendito siglo presente.

En fin, no quiero torturar más a quien se hubiera puesto a leer mi comentario, porque yo de esto sacaba conferencias para aburrir a la Sorbonne. Esto me ha ido saliendo de forma natural, así que si alguien que pase ve alguna incongruencia o no está de acuerdo con algún disparate de los aquí propuestos, agradecería su aportación, sinceramente.

¡Y otra cosa! Tened cuidado con lo que deseáis. En los sesenta el LSD y la furgo de Kesey eran como una de esas máquinas de experiencias; en los ochenta, la ya citada y agresiva heroína; y, en el tercer milenio, echad un vistazo a qué lleváis siempre en el bolsillo o a aquello que encendéis nada más llegar a casa para teclear como verdaderos monitos poseídos. El futuro no es tan incierto ni está tan lejos. Solo hay que comparar lo de hoy con lo de ayer para ver claro lo de mañana.

¡Salud!