miércoles, 18 de febrero de 2009

SIEMPRE PUEDES ARREPENTIRTE...

En este cuatrimestre comienza otra de las asignaturas que imparte el Área de Filosofía Moral, "Historia del Pensamiento Ético-Político". Por este motivo durante este cuatrimestre habrá entradas dirigidas predominantemente a los temas tratados en esta asignatura, y entradas relacionadas más bien con los asuntos de "Filosofía". Esto irá indicado en la "etiqueta" de la entrada. De todas formas, SE PUEDE PARTICIPAR EN AMBAS.
En el cristianismo católico se permite el perdón de los pecados mediante la confesión, siempre que medie (entre otras cosas) el arrepentimiento. La prensa acaba de publicar un estudio del Vaticano sobre los pecados más comunes, en el cual se prueba que hay un 'componente del género' de modo que hombres y mujeres no pecamos ni lo mismo, ni en lo mismo (http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Hombres/mujeres/pecan/igual/elpepusoc/20090218elpepusoc_4/Tes)
El arrepentimiento de los verdugos y el perdón de las víctimas es un asunto importante dentro de la llamada 'justicia transicional' (Cfr. Elster, J., Rendición de cuentas. Katz Editores, 2007), que se refiere a las cuestiones ético-políticas planteadas por el paso de una dictadura a un sistema democrático. Actualmente un Tribunal Internacional de la ONU está juzgando por fin a algunos genocidas camboyanos del Jemer Rojo. Pues bien, el Diario Córdoba incluía el siguiente reportaje, del que sigue este extracto:
"Mataré a más de mil"
Him Huy, verdugo de los jemeres rojos, asegura que ejecutó a miles de presos en el centro de torturas S-21 Sostiene que cumplía las órdenes dictadas por ´Duch´.
La choza en la que vive hoy Him Huy está a más de una hora y media de Phnom Penh, a través de una carretera estriada y polvorienta con casas de madera a sus márgenes y niños que juegan desnudos. En ese marco, la choza de Him destaca por abajo. Sus nueve hijos juegan entre gallinas. Son misérrimos. Su hija susurra que tienen un mal karma por lo que hizo su padre. Su padre fue verdugo a las órdenes de Duch en S-21, el principal centro de torturas jemer.
La historia de Him es común en las guerras civiles: le eligieron el bando. Fue reclutado cuando una guerrilla que luchaba contra el corrupto Gobierno de Nol Lon llegó a su pueblo. Him acudió a una batalla tras otra hasta que huyó. Lo encontraron y amenazaron con matarlo si reincidía. Acabada la guerra, Him era afortunado: estaba en el bando ganador. Pero su huida no se había olvidado. "´Tienes un problema, lo verás cuando llegues al centro´, me dijo un jemer. Al llegar a S-21 me dieron palizas durante tres días", recuerda. Después le encargaron vigilar a presos. Al principio eran unos 50, pero en 1977 superaban ya los 600. El tránsito era febril: tras una media de tres a seis meses, eran llevados al campo de ejecución de Choeung Ek. Him era entonces conductor de los convoyes de la muerte: dos o tres a la semana, con una veintena de prisioneros. En Choeung Ek han sido desenterrados 9.000 cadáveres de 89 de las 121 fosas censadas. Un número indeterminado son obra de Him.
"Un día, Duch me preguntó que a cuántos era capaz de matar. ´A mil´, contesté sin dudar. ´¿Solo a mil?´, dijo. Me cabreé mucho. ´No, mataré a más de mil´, respondí. En el primer viaje tuve miedo, pero temía más a Duch ", explica. El equipo de ejecución lo formaban 10 personas, cada uno con su función: niños, mujeres u hombres. Los camiones salían a medianoche, después de informar a los prisioneros de que iban a ser liberados.
"Les bajábamos del camión, les atábamos las manos a la espalda, les vendábamos los ojos y les arrodillábamos en paralelo a la fosa. Muchos me imploraban que no les matara. Yo me colocaba detrás y les daba un golpe en el cuello con una azada. A veces eran necesarios dos. Un compañero les acababa de degollar con un cuchillo", cuenta.
Del apenas metro y medio de Him destacan sus manos, gigantes, nervudas, castigadas por la tierra. Con los vietnamitas cerca, Him se enteró de que Duch había matado a varios verdugos. Pensó que quería eliminar testigos y huyó a su pueblo. "Mi familia lo sabe, pero nunca hablamos de eso. Tardé muchos años en desvelárselo a mi mujer. No dijo nada. No sé si comprendió mis razones. Mi hijos tampoco preguntan".
Him simboliza las dificultades de la reconciliación de la sociedad camboyana. ¿Fue una víctima o un verdugo? ¿Esos campesinos desheredados y analfabetos merecen lástima o, en cambio, repudio? ¿Fue inducida su violencia? Si Him no hubiera matado a miles, sus nueve hijos no existirían".
(la negrita del final es mía)





miércoles, 4 de febrero de 2009

DIOS VA EN AUTOBÚS


Me resulta llamativo el interés que sigue suscitando en los medios de comunicación (autobuses incluidos) el asunto de la existencia de Dios. Me parecen enternecedoras muchas cartas de lectores publicadas en los periódicos, donde personas anónimas se esfuerzan por demostrar que sí, que Dios existe. Me parecen simpáticas, superficiales y pertinentes las contrarias profesiones de fe ateas. Personalmente me resultan irrelevantes, y las calificaría de extemporáneas sino fuera porque el mundo ha cambiado: la creencia en Dios, que nunca en Occidente se fue del todo, ha regresado impetuosa desde Oriente. Pues la población actual de Londres no está formada sólo por cristianos y ex-cristianos...
Según dice Álvaro Delgado Gal en el suplmento cultural del ABC del 31 de enero pasado, hay una invasión de títulos sobre las pruebas de la existencia de Dios. En contra de que Dios exista: el libro de R. Dawkins "The God Delusion", en la línea pro-darwiniana (este año es el bicentenario de Darwin). Por otro lado aportan pruebas de que Dios exista: J. C. Lennox, matemático de Oxford, en "Gods Undertaker", y otro oxoniense, éste filósofo, M. Dummett en "Thought and Reality".
En sus "Diálogos en el limbo", G. Santayana hace hablar así a Avicena: "¿Acaso no fui la exactitud misma en el cumplimiento de todo deber religioso? ¿Me permití alguna vez, so pretexto de ser filósofo, la menor licencia a menos que dispusiese de un texto que me justificase? [...] ¡Ah, si Alá pudiera alguna vez ser engañado yo ciertamente lo habría hecho! Mas el omnisciente escrutó el secreto de mi corazón y se percató de que yo no era creyente [... El Extranjero, otro personaje, le responde:] -- "¿No te sirve de algún consuelo considerar que si tú no fuiste capaz de engañar a Alá, tampoco Alá fue capaz de engañarte a ti?" -- "Parvo consuelo", responde Avicena.