domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Qué le debemos al futuro?

File:American Ambassador to India John Kenneth Galbraith and First Lady Jacqueline Kennedy at the U. S. Chancery, New Delhi.jpg
 Galbraith, cuando era embajador de EEUU en 
India, con la Primera Dama Jackeline Kennedy



Bienvenidos al blog del Área de Filosofía Moral de la UCO. Esta entrada inicia la actividad del blog en el curso actual. Muchos (todos) de los temas propuestos apuntan a cuestiones complejas donde son posibles opiniones diversas. Por eso en los comentarios se puede aportar información que consideren importante, o simplemente aportar las opiniones razonadas que cada uno tenga.

Esta primera entrada se refiere a la idea de progreso. A ambos lados del Atlántico, y de manera generalizada desde la Segunda Guerra Mundial, la gente ha creído en el progreso: ha pensado que sus hijos vivirían en un mundo mejor que el suyo, y que sus nietos vivirían en uno aún mejor que sus hijos. Pero hoy esto está mucho menos claro. Por ejemplo en 1958, el canadiense John Kenneth Galbraith publicó su influente obra La sociedad opulenta (The Affluent Society). Galbraith, profesor en Harvard, no sólo fue un economista sino un influyente intelectual. En esa obra denunciaba que el aumento de la mera producción de bienes materiales (“cada vez tenemos más y más cosas”), no equivale exactamente a un aumento de riqueza (pues no es igual producir un restaurante más que una cama de hospital más, aunque ambas cosas tuvieran el mismo coste). Pero Galbraith creía que la sociedad norteamericana había llegado por fin a un nivel de riqueza donde era posible repartir el progreso mediante las políticas públicas (el llamado Estado de Bienestar). 

Como en todas las campañas presidenciales norteamericanas, también en la actual, la relación entre gasto público y progreso es uno de los temas. R. J. Samuelson, periodista del Washington Post, argumenta en The Withering ofthe Affluent Society que las cargas requeridas por las generaciones futuras (inversiones en obras públicas, en pensiones, en protección del medio ambiente…), hacen que los norteamericanos de cuarenta años o menos, vivirán en un país quizá más rico, pero ellos tendrán que serlo menos para pagar esas cargas. En España, la crisis económica también nos hace mirar al futuro con pesimismo. ¿Deberíamos guardar algo la gente de hoy para la gente de mañana? ¿Qué porcentaje de la riqueza actual la sociedad de hoy debería guardar para quienes aún no han nacido?

lunes, 14 de mayo de 2012

¿Qué amamos?




El pasado viernes vimos la película “El banquete”, de M. Ferreri  (la foto en cambio es de “La gran comilona”, la gran película que Ferreri hizo en 1973). En diálogo platónico aparecen distintas alternativas sobre el amor, y uno de los temas de discusión que surgió tras ver la película  fue si amamos lo semejante o lo diferente. Esto es,  si cuando amamos buscamos nuestro reflejo, o por el contrario algo completamente distinto. Al respecto dice Aristófanes: “pero cuando se encuentran con aquella mitad de sí mismos… experimentan entonces una maravillosa sensación de amistad, intimidad y amor” (192 B-E); y Sócrates: “y corre por ahí un dicho que asegura que los enamorados son la mitad de sí mismos, pero lo que yo digo es que el amor no es de mitad ni de todo, si no se da, amigo mío, coincidencia de que éste sea de algún modo bueno” (205C-206A)

NO ES GRECIA, ES ALEMANIA



En la foto es evidente... No expongo opiniones en este blog, al menos directamente. Esta entrada es una excepción porque la gravedad de la situación es excepcional. Quería dejar escrita públicamente mi opinión en algún lugar, y por tanto, someterla al juicio de la crítica.

Un futuro amenazador, incierto y triste se cierne sobre Grecia. En gran medida es una responsabilidad de los griegos, pero los europeos hemos mirado para otro lado ya otras veces, y por eso creo que hay que mirar de frente. El líder del grupo europeo de Los Verdes, Daniel Cohn-Bendit, ha mencionado la posibilidad de un golpe militar en Grecia, y no me parece una ocurrencia alarmista. Grecia es parte de Europa, y el liderazgo alemán es insuficiente. En realidad, la historia europea está de acuerdo con la tesis de Ortega y Gasset: “todo pueblo occidental al llegar a su plena integración en la hora de su preponderancia ha hecho la misma sorprendente y gigantesca experiencia: que los otros pueblos europeos eran también él o, dicho viceversa, que él pertenecía a la misma inmensa sociedad y unidad de destino que es Europa” (De Europa meditatio quaedam). En esa tesitura Alemania nunca ha podido ejercer con éxito un liderazgo paneuropeo, y creo que tampoco podría hacerlo ahora. Filosóficamente, la visión alemana del mundo ha consistido en diversas formas de idealismo. Pero tal como advirtió H. Arendt (en La vida del espíritu), los filósofos idealistas no pueden encontrar un hogar en parte alguna de la Modernidad, y por eso adonde realmente quieren regresar es al único sitio en que podemos estar en casa: a Grecia. Sin embargo, todos los puentes para regresar al espacio de sentido de la Grecia Antigua se han roto hace ya mucho, de modo que no hay un sustituto de Grecia mediante conceptos: no puede quedar íntegra Europa conservando tan sólo de Grecia su herencia (en los museos). Tampoco pretendo decir que haya un “nosotros” mejor y capaz de recomponer la unidad, pues hemos cometido también muchos pecados “griegos”. Pero hace falta vista larga: no hay forma de escapar de Grecia.

domingo, 4 de marzo de 2012

¿El pueblo siempre tiene razón?


En el suplemento especial del Diario Córdoba sobre el trigésimo aniversario del Parlamento Andaluz, declaraba Antonio Ojeda, primer presidente de la cámara andaluza y diputado del PSOE: "El pueblo siempre tiene la razón y no se puede decir que se ha equivocado solo porque no nos venga bien". En el mismo suplemento, Julio Anguita, ex-alcalde de Córdoba y cabeza de lista del PCE por Córdoba en 1982 decía: "Y como demócrata digo que hay que obedecer lo que dice el pueblo, pero el pueblo no siempre tiene la razón cuando vota. El pueblo también se equivoca".

El asunto tiene matices. Recuerdo que J. J. Rousseau decía en su "Contrato Social" de 1762: "el soberano, por ser lo que es, es siempre lo que debe ser". Y J. S. Mill, en su "Sobre la libertad", de 1859: "el 'pueblo' que ejerce el poder no es siempre el mismo pueblo sobre el que se ejerce, y el gobierno de sí mismo de que se habla no es gobierno de cada uno por sí mismo, sino de cada uno por los demás".

domingo, 12 de febrero de 2012

Las emociones de un robot


En un escaparate de Tokyo este maniquí androide "trata" de atraer a los clientes del día de San Valentín. Se supone que puede reaccionar ante las emociones del público, y también expresar emociones. El tema de las relaciones emocionales con robots o muñecos ("enamorarse de una muñeca"), es quizá tan antiguo como el propio deseo sexual. La mitología clásica nos cuenta el drama del rey Pigmalión, quien se enomoró de la estatua que había creado. Más modernamente, y sustituyendo amor por sexo, el cineasta español Luis García Berlanga estrenó en 1973 su polémica e interesante película "Tamaño natural". Y mucho más recientemente, el norteamericano Craig Gillespie, ha filmado una versión romántica (digamos) del asunto en su "Lars y una chica de verdad". Pero dejemos aparte el tema del deseo sexual relacionado con cosas (el fetichismo), y tratemos un momento de reflexionar sobre el lenguaje que usan las emociones: ¿puede un robot como el de la foto "expresar" emociones si realmente, dado que es una máquina, no puede sentirlas?

jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Manifestarse o protestar?


La revista "Time" no ha nombrado "personaje del año" a nadie concreto sino al manifestante. Pero dicho en inglés, como podéis ver en la revista, hay algunas diferencias. Por un lado se trata de la "persona" (person of the year), y sobre todo en inglés "manifestante" se dice protester. Hay una diferencia de matiz sugerente en términos de traducción. ¿Es lo mismo manifestarse que protestar? ¿Qué formas de protesta serían admisibles en una democracia? El norteamericano H. D. Thoreau (1817-1862) fue de los primeros en reflexionar sobre el asunto. ¿Qué piensas tú?

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Por qué tanto interés en que vayamos a votar?


No sólo los políticos, también mucha gente desencantada con la política, nos pide que votemos: que votemos a los que seguramente ganarán, a los que podrían ganar si les votáramos, en blanco, en nulo, pero que votemos. No hago la pregunta porque defienda no votar, o votar en blanco, sino para que pensemos respuestas. Quiero llamar la atención sobre que el voto, entre otras cosas, tiene la función de legitimar al Estado. Decía el deán de la Catedrál de St. Paul, W. R. Inge, famoso por su ingenio que "a man may build himself a throne of bayonets, but he cannot sit on it" (con bayonetas podríamos construirnos un trono, pero no podríamos sentarnos en él). John Locke, en el capítulo VIII de su Second Treatise of Government (1690), puso las bases de la teoría de que, cuando votamos, expresamos nuestro consentimiento al gobierno que salga elegido, y así nos obligamos a no rebelarnos contra las leyes que establezca. Pero, ¿realmente votar da para tanto como decía Locke? Unas frases suyas al respecto son:

And thus every man, by consenting with others to make one body politic under one government, puts himself under an obligation to every one of that society to submit to the determination of the majority, and to be concluded by it (J. Locke, Second Treatise of Government, Nueva York, Yale University Press, 2003, p. 142)